Como fotógrafa, he tenido la oportunidad de fotografiar muchas familias, pero siempre hay algo especial cuando la modelo es alguien tan cercano. Hace poco, tuve la alegría de realizar una sesión de fotos a mi propia hija.
Desde el primer clic, pude ver no solo su belleza externa, sino también su fuerza, su autenticidad y todo lo que la hace ser quien es. En cada imagen, quise reflejar su personalidad: su seguridad, su estilo y esa mirada que parece tener siempre algo interesante que decir.
Elegí un fondo oscuro y sencillo para resaltar sus gestos y su naturalidad sin distracciones. Con una chaqueta beige y una blusa de rayas, la combinación de atuendos fue perfecta para capturar tanto su lado elegante como su estilo juvenil. Los tonos neutros permitieron que su esencia brillara, mientras que sus expresiones hablaban más que mil palabras.
Hacer esta sesión con mi hija me recordó el valor de cada fotografía: son memorias de quienes somos y cómo crecemos. Estos retratos no solo son imágenes para recordar, sino también un reflejo de la conexión que compartimos.